domingo, 1 de febrero de 2009

Ratas en la Colonia

…Y no me refiero a esos mamíferos de los drenajes profundos, plagas de las ciudades, que en comparación de las ratas de dos patas que intentan amedrentarnos diariamente, tienen un mejor aspecto y nos contagian amistad.
Son esos precisamente, aquellos que rondan las esquinas de nuestras calles, aquellos que observan cómo vestimos, cuántos aparatejos modernos nos colgamos encima, los que con más frecuencia aparecen por estos rumbos.
Cada semana se escuchan casos en los que el primo del vecino de un amigo, o uno mismo, somos testigos de un asalto, un asesinato o cualquier acto similar de violencia. Nuestras colonias cada vez muestran todo esto y lo que es peor: nos estamos acostumbrando y hasta buscándole un sentido gracioso y/o justificable para todo ello porque, por lo regular, no nos tocó a nosotros o a nosotros nunca nos pasará.
Si anoto las situaciones, que mínimo han ocurrido en 2 meses en no más de 10 cuadras a la redonda de mi casa, sumaré más de 5, quizá unas 7. La frecuencia de estos eventos no es agradable. Imagino la situación más allá de estos límites.
En una ocasión, caminaba con un amigo y nos atacó la “tripa nocturna asesina”, esa que te hace sacar dinero de quién sabe dónde para comprar algo de comer en la madrugada. Nos detuvimos en un local de “garnacha”, tacos, etcétera; compramos un alambre, mi amigo pagó con un billete de $200, el cambio sería de poco más de $100, mismo que al recibirlo comenzó a contar mientras nos retirábamos del local y en sincronía con el paso de un par de tipos que observaron con astucia el dinero que mi amigo no terminaba aún de contar. Nuestro rumbo era el mismo que aquellos sujetos seguían, sin embargo, nos detuvimos y regresamos al local con el pretexto de comprar unos refrescos y esperar que los sospechosos siguieran su camino, se alejaran o algo similar. Situación que no ocurrió, así que decidimos ir por el camino de regreso y buscar otro que nos llevara a casa, entonces pude observar como caminaron hacia nosotros, mi amigo me preguntó si venían cerca, afirmé, sugirió que corriéramos, y eso hicimos. Sacamos buena distancia de ellos, que no esperaban nuestra reacción y observamos su sorpresa a distancia y ya más seguros.
Ya a salvo, comiendo y lejos del lugar, mi amigo comentó que su error había sido ir contando el dinero afuera del local. ¿Error? – pensé. ¿Por qué debe ser un error contar tu cambio, tu dinero?
Sin duda, las sugerencias de seguridad que actualmente se dan a conocer nos hacen preguntarnos si en realidad son medidas lógicas, es decir, una persona puede andar con su computadora en cualquier calle de cualquier colonia pero no lo haría porque corre riesgo de ser asaltado. Obviamente, antes va la vida que la lógica de las cosas. ¿No?
Aquellos audaces que se atreven a enfrentarse contra las hordas del crimen para intentar solucionar la situación y siguen con vida, son aquellos que se han preguntado lo mismo, pero han actuado; aunque yo imagino que no tienen nada que perder. Y como yo sí tengo mucho que perder y no me siento de plástico o con una bandera con una paloma blanca cargando y seguida de miles de personas, solamente me dedico a escribir un poco sobre esto, desde mi cómoda y “segura” habitación donde no tengo ratas y donde sé que si dejo un zapato viejo a la deriva, seguro aparecerán.